Pero el tiempo fue pasando y nadie llegó esa tarde; ella una vez más los justifico pensando en el poco tiempo libre que tenían y en las prioridades de sus hijos.
Tampoco el teléfono ese día despertó de su silencio, quizás el próximo año o en el día de la madre se dignaran saludarla.
Cerró sus ojos y las lágrimas recorriendo sus mejillas la hicieron sentir viva... Entonces tomo una determinación, se ducho, se vistió con sus mejores galas y llamando a una de sus amigas, tan solitaria como ella salieron camino al teatro; al salir de la casa la saludaron atentamente los vecinos y el niño más pequeño del barrio, que siempre venía a visitarla y jugar con la abuela llegó corriendo seguido de su gatita con un ramo de flores en su mano y les dijo: abuela Alicia y María Ofelia se las envía mi papá para desearle feliz día.
Las ancianas tomaron el ramo y con una sonrisa agradecieron ese gesto.
Aquel vecino era huérfano desde su infancia y sentía en lo más profundo de su corazón que cualquiera de estas mujeres que representan a una madre era simbólicamente su propia madre.
Autor Néstor Omar Salgado
Escritor autor del libro Volver a comenzar y Un nuevo despertar
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